
La guerra híbrida o el desafío de seguridad definitorio de nuestra era
Análisis, 20 de octubre de 2025
Las reiteradas denuncias de algunos países de la OTAN (Alemania, Polonia, bálticos, etc.) sobre avistamientos de drones sobre aeropuertos e instalaciones militares, parte de un patrón más amplio de amenazas que enfrenta toda Europa, son calificadas ya abiertamente de expresiones de una “guerra híbrida” en curso.
Más cerca que nunca del teatro europeo, esta modalidad de guerra se afirma como la forma de conflicto preferida en el siglo XXI para las potencias que buscan alterar el statu quo internacional sin pagar el alto precio de una guerra convencional. Es una estrategia astuta, de desgaste y negación, que aprovecha las herramientas de la globalización y las vulnerabilidades de las sociedades abiertas para lograr objetivos estratégicos de manera más eficiente y con menos riesgo.
En el siglo XXI, ya no existe un estado binario de "paz" o "guerra". La guerra híbrida opera en una "zona gris" constante, donde las hostilidades son permanentes pero por debajo del umbral de un conflicto armado abierto. Esto crea un estado de confusión e incertidumbre permanente en el adversario, debilitándolo de forma continua.
A modo de ejemplos concretos de esta “guerra híbrida”, podríamos citar la anexión rusa de Crimea en 2014 (uso de "hombres verdes" sin insignias, ciberataques, campaña de desinformación masiva), la supuesta injerencia rusa en las elecciones de EEUU de 2016, las tácticas de Irán en Oriente Medio mediante el apoyo a milicias proxy o las diversas acciones atribuidas a China que Taiwán denuncia a menudo.
Factores clave
Estas guerras híbridas no surgen de la nada; son el resultado de la evolución de la guerra en el siglo XXI, impulsada por varios factores clave. Entre ellos, cabe citar, en primer lugar, una fundamental, la de maximizar las ganancias y minimizar los costos. Para una potencia que quiere expandir su influencia, la guerra tradicional es extremadamente costosa en términos de vidas humanas, dinero, reputación internacional y riesgo de escalada (hasta una guerra nuclear). Por el contrario, la guerra híbrida permite lograr objetivos sin una declaración de guerra formal, es decir, se desestabiliza a un rival sin que haya un "casus belli" claro en la medida en que el agresor puede negar su participación. ¿Cómo demostrar que un ciberataque masivo, unas protestas financiadas o unas noticias falsas provienen directamente de un gobierno y no de "ciudadanos independientes" o "hackers"? Además, resulta mucho más barato financiar milicias, realizar ciberataques o llevar a cabo campañas de desinformación que mantener un ejército desplegado en el extranjero.
Las democracias liberales y las sociedades abiertas son especialmente vulnerables a este tipo de tácticas porque dependen de la información veraz y las campañas de desinformación pueden envenenar el debate público, polarizar a la sociedad y erosionar la confianza en las instituciones (gobierno, medios de comunicación, elecciones). En la actualidad, Internet y las redes sociales, pilares de las sociedades modernas, se convierten en el campo de batalla perfecto para la propaganda y la manipulación.
La globalización y la tecnología han proporcionado las herramientas perfectas. En el ciberespacio, los ataques a infraestructuras críticas (energía, finanzas, salud), el espionaje y los robos de propiedad intelectual encuentran un terreno fértil en oportunidades. Por otra parte, las redes sociales permiten la desinformación masiva, dirigida y micro-segmentada para dividir a la población.
El objetivo de la guerra híbrida no suele ser la conquista territorial inmediata (aunque puede preparar el terreno para ella, como en Crimea), sino erosionar la cohesión de alianzas rivales, debilitar la posición económica y política de un competidor, aumentar la influencia geopolítica en una región, o crear estados fallidos o gobiernos títeres en países vecinos.
Una nueva situación de política de seguridad
La aparición de este tipo de conflictos obliga a un rediseño total y profundo de las políticas de seguridad, que deben evolucionar desde un modelo tradicional y rígido hacia uno integral, resiliente y multidisciplinar.
La política tradicional, por ejemplo, se centraba en disuadir y defender contra una agresión militar convencional. Las fronteras, el ejército y los tanques eran la prioridad. Ahora, el objetivo debe ser la "resiliencia nacional", es decir, la capacidad de la sociedad, el Estado y la economía para absorber, adaptarse y recuperarse de los golpes híbridos. Un país resiliente es un objetivo menos atractivo para un agresor híbrido.
Por tanto, ya no basta con tener un buen ejército. Hay que disponer de sistemas energéticos y financieros capaces de resistir un ciberataque, una ciudadanía educada para identificar desinformación, y una justicia fuerte contra la corrupción que socava al Estado.
Tradicionalmente también, la seguridad era competencia casi exclusiva del Ministerio de Defensa y del Interior. Actuaban de forma aislada. Hoy, por el contrario, se necesita una "Estrategia de Seguridad Nacional Integral" que involucre a todos los ministerios y niveles de gobierno.
El dominio de la información es una prioridad central que trasciende a la idea común de propaganda. La lucha en el "entorno cognitivo" es ahora un frente de batalla principal y las políticas de seguridad deben incluir aspectos como el diseño de unidades de comunicación estratégica rápidas, la alfabetización mediática o la colaboración con medios y plataformas para identificar y frenar campañas de influencia extranjera.
En este nuevo contexto, la seguridad cibernética se afianza como una cuestión de seguridad nacional de alcance existencial.
En definitiva, la guerra híbrida obliga a un cambio de paradigma. Ya no se trata solo de proteger el territorio, sino de proteger la funcionalidad del Estado y la cohesión de la sociedad. Es, en esencia, el mayor desafío para los estados modernos, porque el enemigo es a menudo invisible, los frentes son múltiples y la población civil es el objetivo principal.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
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