La balanza por cuenta corriente certifica el gran cambio de la economía española

Artículos, 06 de noviembre de 2016

En 2008, año en el que se certificó la gran crisis, el déficit de la balanza por cuenta corriente superaba más del 10% del PIB. Hoy, el protagonismo creciente de las exportaciones de servicios no turísticos supone uno de los cambios de mayor calado de la economía española, de lo que da fe el hecho de que registró un superávit de 9.700 millones de euros hasta julio, lo que supone multiplicar por más de dos el registrado en el mismo periodo de 2015 (4.600 millones de euros).

Del mismo modo, una de las características de la actual recuperación de la economía española, diferencial con respecto a ciclos anteriores, es que se está registrando un superávit exterior que en 2015 alcanzó el 2% del PIB y que en el primer semestre de 2016 se ha ampliado al 2,4% del PIB.

En lo que respecta a la balanza de pagos durante el primer semestre de 2016, esta arrojó un saldo positivo cercano a los 26.000 millones de euros, máximo de la serie histórica.

El saldo de la balanza de servicios alcanzó la nada desdeñable cifra de 13.400 millones de euros, frente a 12.200 millones en igual periodo de 2015, llamando la atención no solo su magnitud, sino en el hecho de que no responde únicamente al buen comportamiento del turismo, sino también al buen desempeño de los servicios no turísticos.

Como referencia, señalar que en el segundo trimestre de 2008 la balanza anual de servicios no turísticos apenas era representativa del sector exterior de la economía española. Sin embargo, en los últimos doce meses ha pasado a aportar unos 13.700 millones de euros, lo que representa aproximadamente el 27% del superávit total de los servicios.

Estas cifras conseguidas se logran en un momento en que pese a que el valor corriente de las exportaciones mundiales se contrajo un 6,2% en la primera mitad del año, las exportaciones españoles experimentaron un incremento del 2,3%.

Aunque la caída en los precios de la energía es en buena parte responsable de esta situación, resulta insuficiente para sustentar el positivo comportamiento.

El análisis del saldo exterior, a través de la capacidad de financiación por sectores, ofrece una visión más completa y de ahí se puede determinar que las familias mantienen una capacidad de financiación en el entorno del 3% desde el año 2010, siendo éste el resultado de que el gasto en consumo esté mejorando sin apenas desalinearse del aumento de su renta. Además, la inversión en vivienda registra una mejora muy modesta, debido a que la recuperación del empleo ha venido acompañada por incrementos nominales prácticamente nulos, quedado limitada la capacidad adquisitiva de las familias a la derivada del descenso de la inflación.

El descenso de los tipos de interés ha favorecido el consumo, pero no invertido la tendencia al desapalancamiento de las familias. Por una parte, el descenso de tipos ha afectado negativamente a la renta de las familias en términos agregados, debido a que éstas tienen una posición neta acreedora. Pese a ello, el impacto en el consumo ha sido positivo debido a que las familias más endeudadas tienden a tener menor renta y una mayor propensión al consumo.

En el caso de las empresas, resulta inusual que mantengan capacidad de financiación durante la fase expansiva. Pero además, ésta es muy elevada (3% del PIB) y no ha dado muestras de reducirse según avanzaba el ciclo de recuperación.

Los datos de contabilidad nacional muestran una sólida mejora de los beneficios empresariales, apoyada en varias líneas de la cuenta de resultados: la moderación salarial, el descenso de los costes de financiación y, también, un significativo descenso de los impuestos. Esto ha supuesto un incremento de la rentabilidad de las empresas y un impulso a la inversión empresarial.

La inversión productiva se ha dirigido hacia la inversión en bienes de equipo de forma destacada, lo que ha constituido, junto con el consumo privado, la base de la expansión de la demanda nacional. Sin embargo, las empresas han tendido a evitar el gasto en construcción, lo que ha reducido sus necesidades de recursos financieros.

Esta reticencia de las empresas a realizar inversiones relacionadas con la construcción es una reacción lógica a los excesos de gasto (y de endeudamiento) que se realizaron en el pasado. No obstante, también pone de manifiesto falta de confianza a la hora de emprender inversiones que supongan ampliaciones de capacidad, algo que estaría relacionado con dudas sobre la solidez de la demanda.

En definitiva, el superávit corriente de la economía española es resultado de una mejora en la capacidad de generación de rentas por parte del conjunto de la economía, junto con un cambio en la actitud hacia el gasto de familias y de empresas. Ello es una buena noticia ya que implica que se está corrigiendo el exceso de endeudamiento exterior, una de las principales vulnerabilidades heredadas del anterior ciclo expansivo.

No obstante, la elevada capacidad de financiación de las empresas, mantenida en el tiempo, podría indicar que se están perdiendo oportunidades de incrementar el stock de capital y el potencial de crecimiento. En este sentido, la consolidación fiscal podría abrir espacio a que se mantuviera el superávit exterior pero con un mayor crecimiento de la inversión empresarial.

Fuente: Tendencias del Dinero