Riesgos económicos del modelo NBA Europa: una amenaza a la soberanía fiscal y deportiva europea
Análisis, 18 de noviembre de 2025
La reciente resolución del Parlamento Europeo sobre 'El papel de las políticas de la UE en la configuración del modelo deportivo europeo' —aprobada, el pasado 7 de octubre de 2025, con 552 votos a favor y un amplio respaldo transversal— ha marcado un punto de inflexión político en la defensa del deporte europeo como bien público. El texto aprobado por la Eurocámara advierte expresamente contra la mercantilización y la deslocalización del valor generado por el deporte, y reclama a la Comisión Europea que utilice todos los instrumentos a su alcance para salvaguardar el ecosistema deportivo continental frente a proyectos que pretendan transferir su rentabilidad fuera de Europa.
Esta posición llega apenas días después de que la NBA hiciera públicos nuevos detalles sobre su proyecto NBA Europe, previsto para 2027 y respaldado por fondos de inversión internacionales y grandes marcas globales. La coincidencia temporal ilustra con claridad el dilema al que se enfrenta Europa: preservar un modelo deportivo basado en la comunidad, la meritocracia y la redistribución del valor, o abrir la puerta a estructuras de gobernanza extraterritoriales con lógicas puramente financieras.
Desde una perspectiva económica, el modelo NBA Europa plantea riesgos sustanciales: desde la concentración de beneficios fuera del continente y la merma de soberanía fiscal, hasta el debilitamiento del tejido deportivo local. En contraposición, el modelo Euroliga —con sus imperfecciones— representa un esquema más sostenible, redistributivo y alineado con los intereses económicos y sociales europeos.
Un modelo de expansión con sesgo extraterritorial
El modelo propuesto por la NBA consiste en una liga semicerrada con 16 franquicias, de las cuales 12 serían permanentes y 4 rotatorias por méritos deportivos. El coste estimado para acceder como franquicia fundadora se sitúa entre 500 y 1.000 millones de dólares por equipo, una barrera financiera sólo asequible para corporaciones con gran capacidad de apalancamiento. A su vez, la NBA retendría el 50 % del control accionarial de la nueva liga, asegurándose la mitad del retorno financiero a través de derechos de televisión, merchandising, patrocinios y otros activos intangibles.
Desde la óptica fiscal, esto implica un riesgo evidente de extraterritorialización de los beneficios: gran parte del valor añadido generado por el baloncesto europeo se canalizaría hacia estructuras corporativas domiciliadas fuera de la UE. Es decir, Europa asumiría los costes —infraestructura, cantera, afición, base tributaria— pero una porción sustancial de los retornos abandonaría su circuito económico.
Impactos económicos en clave europea y española
En contraste, el modelo Euroliga —aunque también parcialmente privatizado— genera retornos tangibles dentro del territorio europeo, y particularmente en España. La participación de clubes como Real Madrid, FC Barcelona, Valencia Basket o Baskonia no solo dinamiza el empleo directo e indirecto, sino que refuerza el turismo deportivo, la inversión privada y la proyección internacional del país como potencia del baloncesto europeo. Esta presencia plural refleja la solidez del ecosistema nacional y contribuye a una redistribución territorial del valor generado.
España ha sido tradicionalmente el país con mayor representación en la Euroliga, lo que ha proyectado una imagen de equilibrio competitivo y diversidad institucional. La eventual sustitución del modelo actual por una NBA Europa acotada a franquicias podría reducir el peso relativo de España, restringido a sus dos grandes clubes de fútbol, marginando décadas de construcción de comunidades baloncestísticas en otros territorios.
Este fenómeno acentuaría las asimetrías entre clubes, erosionando tanto la competitividad nacional como la legitimidad social del deporte.
A escala macroeconómica, la pérdida de control fiscal sobre los flujos generados por la nueva liga implicaría una merma en la recaudación tributaria, un descenso en la reinversión local y una mayor vulnerabilidad ante decisiones corporativas exógenas. Desde la perspectiva de la política pública, ello constituiría un retroceso estratégico para países como España, cuyo modelo deportivo ha buscado equilibrar rentabilidad económica y valor social.
Disfuncionalidades competitivas y efectos sistémicos
Además del impacto fiscal, la estructura NBA implicaría externalidades negativas sobre las ligas nacionales. La posible desvinculación de clubes “élite” del calendario doméstico, o su participación testimonial priorizando la nueva competición, disminuiría el valor de los derechos televisivos nacionales, reduciría la asistencia a estadios y restaría visibilidad a los patrocinadores locales. En suma, comprometería la viabilidad económica del resto del ecosistema deportivo.
Esta lógica centrífuga rompe con los principios del modelo europeo de deporte, basado en el acceso abierto, la meritocracia competitiva y la solidaridad financiera. Como ha subrayado el Parlamento Europeo en múltiples resoluciones recientes, debe preservarse el carácter comunitario del deporte frente a modelos puramente mercantiles orientados a maximizar el lucro de unos pocos actores globales. La traslación al baloncesto de la lógica de la “Superliga” futbolística puede fragmentar el entorno competitivo, romper cadenas de valor locales y debilitar la soberanía regulatoria de las autoridades europeas.
Un modelo redistributivo frente a una lógica extractiva
El modelo Euroliga, pese a sus desafíos —como la limitada participación democrática en la toma de decisiones o la sostenibilidad económica de algunos clubes—, permite retener valor dentro del continente y distribuirlo entre múltiples agentes. A diferencia de una NBA Europa, que concentraría beneficios en estructuras corporativas extranjeras, el modelo actual fomenta la reinversión local y la consolidación de activos intangibles: base social, fidelización y valores formativos.
En este sentido, la Euroliga ha experimentado un crecimiento económico sostenido, con un aumento del 45% en sus ingresos globales en las dos últimas temporadas y un incremento del 30 % en las audiencias televisivas durante los últimos cinco años. Paralelamente, los ingresos directamente generados por los clubes han crecido un 53% en tres años, impulsados por partidas como game day revenue (taquilla, restauración, hospitality) y determinadas categorías de patrocinio gestionadas directamente por las entidades. Todo este valor se produce en torno a la Euroliga y evoluciona en función del dinamismo y expansión de la propia competición europea.
Para una política deportiva moderna, el desafío no es simplemente atraer inversión extranjera, sino asegurar que esta genere un valor añadido neto positivo y distribuido con equidad. Como recuerda la literatura económica en industrias culturales y deportivas, la sostenibilidad del sistema depende de su capacidad de combinar rentabilidad con resiliencia territorial. En este sentido, el modelo Euroliga puede ser reformado y modernizado, pero su lógica redistributiva y su arraigo en el tejido deportivo europeo deben preservarse.
Conclusión: crecimiento con gobernanza europea
Cualquier intento de redefinir el baloncesto europeo debe atender a una lógica de crecimiento con soberanía. Ello implica establecer alianzas estratégicas bajo condiciones de simetría y rechazar esquemas que supongan la externalización de la gobernanza y la rentabilidad. Europa debe poder decidir sobre el futuro de su deporte, en función de objetivos económicos, fiscales y sociales propios.
Defender el deporte europeo no equivale a rechazar la innovación o la inversión, sino a establecer un marco de desarrollo sostenible, fiscalmente justo y culturalmente alineado con los valores europeos. En un entorno globalizado, proteger el interés económico del deporte no es proteccionismo: es política industrial inteligente aplicada al entretenimiento, la cohesión social y la identidad europea.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
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