ὀξύμωρον*. Claves de una crisis llena de contradicciones

Análisis, 14 de julio de 2015

El gobierno griego, apurando todos los plazos, presentaba en la noche del jueves un programa de ajuste por importe de hasta 13.000 millones de de euros (frente a los 8.000 propuestos antes de referéndum) a cambio de un rescate de tres años por 53.500 millones que incluye una cláusula de alivio de la deuda. La propuesta, no es muy diferente de la de la Comisión del 26 de junio y de la rechazada en el referéndum.

Las presiones parecen haber suavizado la posición de los acreedores, en particular de Alemania, respecto al alivio de la deuda, aunque las opciones preferidas siguen siendo más alargamientos de plazos y recortes de tipos, frente al recorte nominal de la deuda.

El acuerdo, abre las negociaciones para un tercer rescate y liquidez puente para hacer frente a las necesidades de financiación más inmediatas del gobierno, aunque en el seno del Eurogrupo han empezado a aparecer las primeras fisuras entre sus miembros (Alemania y Francia) sobre una posible solución, con un poso de desconfianza grande en torno al compromiso griego a cumplir con las medidas que se adopten y una suerte de castigo hacia un gobierno cuyas tesis representan un cierto peligro hacia el status quo de la Unión. En todo caso, bajo la óptica de que siempre es mejor un mal acuerdo que un no acuerdo, el compromiso se ha impuesto y queda abierta la vía para su aprobación en los respectivos parlamentos nacionales.

Dejando al margen reduccionismos, tan abundantes a la hora de posicionarse ante la crisis griega y su repercusión e influencia en el conjunto de la eurozona y la construcción de la Unión, hay un factor en el que coinciden una buena parte de los analistas y observadores: la crisis griega va mucho más allá de un problema de deuda