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Salud Global versus Soberanía Sanitaria

Análisis, 03 de julio de 2020

El Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada ha creado un grupo de debate entre expertos de diferentes disciplinas para elaborar pensamiento sobre Nuevas Perspectivas para un Mundo Diferente. Dentro de esas perspectivas está el el diseño de los modelos de salud que van a prevalecer en el futuro tras el impacto decisivo que ha causado en esos modelos la pandemia de la Covid-19. El debate se centra en si debe prevalecer un concepto global de salud o, por el contrario, cada país debe enfrentarse a nuevas crisis sanitarias desde perspectivas individuales y soberanas.

Los expertos convocados por el Instituto Coordenadas consideran que ambos escenarios deben ser complementarios y que es imposible diseñar de forma aislada un sistema de salud nacional eficiente sin una interacción con instituciones globales en ese ámbito, dentro de un diálogo multinacional muy amplio.  

La salud es un derecho humano y como tal figura conceptuado en la propia Declaración Universal. Históricamente, lo hemos asociado con la prevención de la enfermedad y la prolongación de la vida; no obstante, en las últimas décadas, la complejidad, signo de los tiempos que vivimos, también ha alcanzado al abordaje de los problemas relacionados con la salud.

Salud global como reflejo de la globalización

En un mundo globalizado como el actual, las enfermedades pueden propagarse rápidamente y a gran distancia debido, entre otras causas, al incremento del tráfico mundial de viajeros, del comercio internacional, de las facilidades para las comunicaciones y de la mitigación del efecto frontera en la relación interestatal. Esto facilita la diseminación de enfermedades infecciosas y los riesgos de las enfermedades no transmisibles.

La complejidad en la gestión de la salud global es reflejo de las consecuencias del proceso de mundialización. Como estamos viviendo actualmente, una crisis sanitaria puede afectar a los medios de vida y la economía de muchas partes del mundo. Y es constatable una inadecuada coordinación entre los diferentes actores globales responsables de la respuesta, dificultándose la buena gobernanza.

Cuando hablamos de salud global nos referimos a situaciones que han dejado de ser de responsabilidad y manejo exclusivo de determinado estado para convertirse en problemas cuya solución exige trabajar de manera coordinada y colaborativa entre todas las naciones. Esta salud global representa una evolución del concepto de salud internacional que responde a parámetros del siglo XIX y XX, en cuya base radica el espíritu de cooperación internacional. La salud global incorpora un valor agregado a dicho concepto.

En épocas anteriores, la salud internacional establecía una prioridad en relación a los países más pobres o las comunidades en situación de mayor vulnerabilidad. Hoy, sin embargo, esta salud global involucra a todos los países, con independencia de su nivel de desarrollo. Ningún territorio puede quedar aislado de lo que acontece en cualquier otro lugar del planeta en asuntos de salud. Por ello, la salud global prioriza el mejoramiento y la obtención de equidad en salud para toda la población mundial.

Por otra parte, son múltiples los actores (desde instituciones privadas a ONGs, organizaciones académicas, etc.) que participan de forma activa en la problemática relacionada con la salud, ya sea en el análisis o diseño o en la satisfacción directa de las necesidades de la población en este ámbito. Tanto es así que ya en 2014, la prestigiosa revista médica The Lancet lanzó un manifiesto para transformar la salud pública en un movimiento social capaz de abarcar todos los niveles. Solo de ese modo cabría afrontar con expectativas de eficacia y suficiencia las amenazas crecientes a la sustentabilidad de la civilización humana.

Se trata, pues, de marcar el rumbo hacia un  nuevo orden mundial en materia de salud y también de una nueva gobernanza global que atienda al reto de procurar una mejor salud. Asimismo, trascendiendo esa frontera, debe destacarse su elevada importancia estratégica, pues guarda una relación indisociable con la seguridad humana, la paz, el desarrollo y la estabilidad.

Soberanía como reacción

La pandemia de la Covid-19 puso al descubierto las vulnerabilidades de muchos países en orden al suministro de insumos básicos para responder a las necesidades de la población y proteger a los profesionales del sector sanitario. Debido a la deslocalización derivada de la mundialización, esta carencia afectó tanto a países ricos como pobres y originó un debate acerca de la pérdida de capacidades soberanas para hacer frente a un reto clave, una circunstancia que afecta a la estabilidad. La recuperación industrial en este ámbito se ha planteado como una tarea urgente a la espera de una reflexión más sosegada que podría acotar finalmente sus términos.

Sin duda, enfatizar la soberanía no nos protegerá de la propagación de las enfermedades infecciosas. Por otra parte, ningún estado, por más poderoso que sea, podrá por sí solo volverse invulnerable a ellas. Otra cosa es que, como nos ha enseñado la actual pandemia, cada estado procure mecanismos y reservas cercanas para disponer de capacidad de respuesta ante su población.

En otro orden, la demanda de recuperación de soberanía sanitaria responde también a la necesidad de moderar el impacto en los sistemas de salud de factores como los precios de los medicamentos y otros inputs y también para reducir progresivamente las dependencias externas y garantizar el acceso universal a la salud como bien social sin exponerse demasiado. En algunos casos, se insta incluso a incorporar al Estado como actor complementario en ámbitos como la producción de medicamentos, al menos para influir en la fijación de los precios.

La interdependencia y la complejidad de las cuestiones relativas a la salud derivan de  una interdependencia global que discurre en paralelo a la interdependencia económica. Y la respuesta ante tal situación se debe articular a través de un sistema de salud universal que integre a la pluralidad de actores, entre ellos, por supuesto, los propios estados.

En un mundo en el cual la base de la organización política sigue siendo el Estado nacional, la interdependencia al alza pulveriza las fronteras de modo que muchos determinantes de la salud quedan más allá del control de cualquier gobierno individual. La única forma de resolver esta paradoja es a través de una acción internacional mancomunada que oriente a los estados nacionales a compartir soberanía para alcanzar los objetivos que por sí solo no pueden lograr.

La salud no es un problema que recaiga exclusivamente en el ámbito de los servicios públicos que pueda prestar un Estado, por más grande o poderoso que sea. Desde el ámbito público se provee de un modelo de asistencia que puede coadyuvar a la cohesión social en aras de erigirla como factor constructor de ciudadanía, pero se requiere de un mayor concurso de actores que dimensione adecuadamente las nuevas situaciones y factores que influyen en la gestión de la salud.  Por ejemplo, en el primer caso, fenómenos como el creciente comercio de servicios y medicamentos a través de Internet o la migración de personal facultativo; y en el segundo, el cambio climático, que a juicio de muchos expertos representa la mayor amenaza para la salud en el siglo XXI.

Interacción y complementariedad

Desde hace siglos, el comercio, las migraciones o las guerras han puesto en contacto a poblaciones de lugares muy distantes entre sí; no obstante, hoy, la amplitud y profundidad de esa interacción ha escalado hasta niveles inimaginables hace pocas décadas. Es por ello que la salud desempeña un papel cada vez más crítico en la agenda del desarrollo económico, la seguridad global y la democracia.

En este contexto, se requiere, primero, renovar el pensamiento y la acción en materia de cooperación internacional en salud; y segundo, reforzar las organizaciones multilaterales existentes, desde aquellas que dependen del sistema ONU a los bancos multilaterales o las organizaciones filantrópicas e instituciones académicas, entre otros.

El desplazamiento del poder del Estado hacia la sociedad civil, de un lado, y hacia órganos supranacionales, de otro, requiere un equilibrio dinámico que cada cual debe modular en función de sus prioridades, capacidades e intereses. En esa diversificación institucional, las alianzas público-privadas ofrecen una complementariedad de alto valor añadido susceptible de mejorar la compleja interacción que requiere la gestión de los temas de salud global.

SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA

Instituto de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico con justicia social y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precendentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.

NOTA DE INTERÉS: La información de este comunicado de prensa es un resumen de interés público proveniente de trabajos de análisis e investigación; de grupos y sesiones de trabajo de expertos y/o producción de artículos científicos del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada. Los documentos originales y completos son de uso interno y de titularidad exclusiva del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.