
Más cerca del final en el conflicto del Sahara Occidental
Análisis, 11 de junio de 2025
En su primer mandato, Donald Trump reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Aquella decisión señaló una gran victoria diplomática de Marruecos. Ahora, tras su regreso en enero de 2025, el presidente estadounidense podría completar la tarea trazando la hoja de ruta definitiva para acercar la solución a este conflicto enquistado en el norte africano. Rabat ha trabajado con éxito para ampliar el apoyo internacional a sus reivindicaciones sobre este territorio.
De hecho, la administración Trump ha instado a Argelia y al Frente Polisario a sentarse de inmediato con Marruecos y aceptar que la única vía política posible es la autonomía bajo soberanía marroquí. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha reiterado el respaldo inquebrantable de su país a la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, además de enfatizar expresamente que la Propuesta de Autonomía presentada por Rabat es la única solución viable y realista para resolver el prolongado conflicto en la región.
¿Ha llegado el momento de cerrar definitivamente este conflicto? De entrada, la Administración Trump ha dado a entender que tiene intención de revisar y potencialmente suspender la financiación de varias misiones de la ONU, incluida la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO). La posible retirada de apoyo financiero a la MINURSO subraya la urgencia de que las partes directas, Argelia y el Frente Polisario, se sienten a la mesa de negociaciones para alcanzar un acuerdo basado en la autonomía bajo soberanía marroquí.
Presiones sobre Argelia para que acepte el marco marroquí.
Hoy por hoy, la propuesta de autonomía de Marruecos es la única base para una solución creíble y viable, pero, para abrirle paso, Washington necesita la complicidad y compromiso de Argelia. La presión sobre Argel para el desarme del Polisario y el desmantelamiento de los campamentos de Tinduf forman parte del elenco de medidas adoptadas por la Casa Blanca para llevar a las partes a la mesa de negociaciones. Presumiblemente, Argelia se verá sometida a presiones de una intensidad sin precedentes, que prácticamente no le dejarán margen de maniobra. Esa es la intención, al menos. Su negativa podría tener consecuencias devastadoras: mayor aislamiento diplomático, complicaciones jurídicas por su apoyo al movimiento y probables sanciones secundarias contra las entidades argelinas que mantengan vínculos con el Polisario.
En positivo, lo que Washington ofrece a Argelia es una integración más profunda en la economía occidental, con el aumento de las inversiones estadounidenses en el sector energético argelino y el acceso a tecnologías punteras para la exploración y explotación de hidrocarburos, entre otros. Pero todo ello estaría condicionado a un cambio en la postura de Argel sobre el Sáhara. La mediación estadounidense se presenta así como una oferta difícil de rechazar para Argel, so pena de sufrir consecuencias potencialmente desestabilizadoras o, alternativamente, cosechar beneficios nada despreciables. No obstante, en Argel, abandonar el apoyo al Polisario tras cincuenta años de compromiso sería percibido como una capitulación por una parte significativa del establishment nacional.
Igualmente, la amenaza de declarar al Frente Polisario como organización terrorista extranjera (FTO) constituye un serip aviso a navegantes. Un reciente artículo publicado por el Hudson Institute el 18 de abril de 2025, titulado “The Strategic Case for Designating the Polisario Front as a Foreign Terrorist Organization” (Argumentos estratégicos para designar al Frente Polisario como organización terrorista extranjera), presenta argumentos jurídicos detallados y sostiene que “el Frente Polisario cumple los tres criterios legales para ser designado FTO” según la sección 219 de la ley estadounidense sobre inmigración y nacionalidad.
Marruecos y más
La Administración Trump considera a Marruecos un socio esencial en su estrategia de estabilización del Sahel. Las expectativas estadounidenses con respecto al Sáhara apuntan a consolidar a Marruecos en un nuevo estatus de Estado pivote en la estrategia estadounidense para África.
De ahí que la importancia de este affaire para EEUU vaya más allá del Sáhara Occidental y apunte a una estrategia geopolítica que reconoce a Marruecos como un aliado clave en el Magreb, esencial para la estabilidad y seguridad regional.
La prisa de Washington por resolver el conflicto del Sáhara también se explica por sus implicaciones directas en la estabilidad del Sahel, una región estratégica que se enfrenta a múltiples retos de seguridad. Esta preocupación se ve reforzada por la creciente presencia de potencias rivales en la región, muy especialmente, China, aunque esta no apoya las demandas saharuís. Una de las prioridades internacionales de Trump es contrarrestar la creciente influencia de China en el mundo, incluida África.
También hay intereses económicos poderosos en este apremio: la persistencia del conflicto inestabiliza la región y perturba el acceso a los yacimientos de uranio, oro y tierras raras que son vitales para las cadenas de suministro mundiales. EEUU encuentra aquí un añadido de supremo interés estratégico. La Administración estadounidense es consciente del enorme potencial económico del continente africano, que promete el mayor crecimiento futuro (demográfico y económico), pero también inmensas riquezas mineras.
La Casa Blanca ansía establecer nuevos marcos relacionales con los países de la región que tengan en cuenta la protección en materia de seguridad, la definición de fórmulas para lograr una mayor estabilidad política y acuerdos económicos que provean un acceso preferencial a los recursos y los mercados.
En ese contexto, el apremio estadounidense por resolver el conflicto del Sáhara es el resultado de una conjunción de factores estratégicos: las limitaciones del calendario político interno, con las elecciones de mitad de mandato (2026) en el punto de mira; el deseo de consolidar a Marruecos como Estado pivote en África; la competencia por los recursos mineros africanos; y la determinación de contrarrestar la influencia de las potencias rivales en el continente.
Es por ello que un acuerdo de paz sobre el Sáhara Occidental sigue siendo vital para el futuro de la región. El año 2025, que marca el cincuentenario de la Marcha Verde, podría así ver cómo se perfila una resolución definitiva del conflicto bajo los auspicios estadounidenses, con importantes implicaciones para todo el continente africano y para el equilibrio de fuerzas en la competencia mundial entre las grandes potencias.
La Unión Europea no debiera permanecer al margen del proceso en curso, clarificando su posición y movilizando su diplomacia para no verse marginada de este crucial desenlace.
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