La situación de la banca italiana y alemana hace dudar de la eficacia de los test de estrés
Análisis, 04 de marzo de 2016
En el análisis de muchos expertos y analistas, que dedican buena parte de su tiempo y conocimiento a buscar las razones por las que la zozobra y la incertidumbre se han apoderado de las economías de los países desarrollados, a pesar de que los indicadores señalan que su crecimiento es sólido, aunque escaso, el sistema financiero -la banca- se lleva la peor parte, al menos en Europa, ya que emerge como el sector más castigado en Bolsa en lo que va de año, lo que genera un bucle o círculo vicioso según el cual, el castigo a las bolsas influye de forma desmedida en lo que podría llamarse “economía real”, aunque la “economía financiera” sea tan real como la que lleva su nombre.
En un escenario en el que el exceso de liquidez actual del Eurosistema es cercano a los 600.000 millones de euros, los inversores han decidido dar la espalda a la banca europea, lo que está suponiendo una caída en el índice sectorial superior al 22% sólo en lo que va de año, lo que ha generado unas pérdidas, en términos de capitalización bursátil, cercana a los 350.000 millones de euros.
La banca española no es ajena al devenir de la bolsa europea, aunque en opinión de los analistas goza de una excelente salud si se la compara con la alemana o la italiana, que continúan con la asignatura pendiente de someterse a la cirugía, algo que no hicieron en su momento y que sí hizo España. Así las cosas, el valor de los bancos españoles vio reducir su precio en bolsa en más de 20.000 millones de euros en el primer mes de 2016.
El miedo escénico funciona hoy más que nunca y las miradas se dirigen hacia Alemana e Italia, cuyo sistema financiero -su banca- está hecha unos zorros.
De la banca italiana se puede decir cualquier cosa, menos que está sana y su situación preocupa y mucho a las autoridades financieras y monetarias del Eurogrupo. Y no es para menos, porque en el sector predominan las cuentas poco claras, 201.000 millones de créditos deteriorados, una morosidad que algunos colocan en el 17%, nueve entidades en venta que no encuentran comprador o un histórico en donde aparecen, cuatro bancos salvados in extremis.
No es mucho más alentadora la situación de la banca alemana, sector al que el Estado inyectó entre 2008/2010 algo más de 6.000 millones de euros, cifra insuficiente y que obligó, ante la crítica situación de la pequeña y no tan pequeña banca, a aumentar su apuesta por la inyección directa con cargo de los presupuestos generales aportando 33.000 millones de euros más.
No parece haber sido suficiente y el sector vuelve a estar en apuros como lo demuestra la situación del primer banco alemán -Deutsche Bank- que ve cómo su valor en Bolsa se desploma, su prestigio se tambalea y su presidente se ve obligado a explicar lo que en banca puede resultar peligroso: que puede pagar sus deudas. Y lo hace presentando unas pérdidas de 6.700 millones de euros, suprimiendo el dividendo durante dos años y anunciando un draconiano plan de ajuste que supone el despido de 35.000 trabajadores en dos años y el abandono de operaciones en diez países. Desde principios de año, su valor en Bolsa se ha depreciado un 41% y ahora se sitúa en los 22.000 millones de euros. Con estas premisas, resulta lógica la inseguridad existente entre los inversores lo que, además, dificulta los planes de reestructuración del banco e incrementa el lastre de las disputas legales que la entidad tiene abiertas por prácticas irregulares.
En este entorno poco optimista, Daniele Nouy, la responsable de la supervisión bancaria europea, afirmaba recientemente, ante el Parlamento de Estrasburgo, que los más importantes bancos europeos tienen una ratio de capital Tier 1 (que mide su capacidad para absorber pérdidas), de alrededor del 13% frente al 9% en 2012, lo que viene a significar que el sector financiero europeo está mucho más preparado para absorber inesperados shocks financieros o económicos que hace unos años.
La European Banking Authority (EBA), por su parte, ha terminado por definir la naturaleza de los test de estrés, así como los escenarios a los que someterá a las 51 mayores entidades europeas en 2016, entre las que se encuentran Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell y Popular. El organismo de la UE, que tiene la responsabilidad de la regulación y supervisión prudencial del sector bancario europeo, tratará de evaluar la solvencia y los diferentes riesgos a los que se enfrentan las entidades, aunque dada la situación de la banca italiana y alemana, tras el último test de estrés realizado, son cada vez más los que entienden la existencia de una cierta complicidad para que las pruebas no permitan conocer la real situación de muchas de las entidades de ambos países, especialmente en una mayor exigencia de capital de alta calidad, algo que la presidenta del Consejo de Supervisión del BCE, Nouy, ya se ha apresurado en descartar sin esperar a los resultados de los próximos test de estrés.