Encuentros y desencuentros en la relación entre Rusia y China

Encuentros y desencuentros en la relación entre Rusia y China

Análisis, 09 de junio de 2025

Mientras las relaciones entre los aliados occidentales se resienten de los nuevos enfoques propiciados por la Administración Trump, el vínculo Rusia-China parece gozar de una salud excelente a juzgar no solo por la química personal entre los respectivos líderes Vladimir Putin y Xi Jinping, sino también por la coincidencia en sus intereses estratégicos. En ambos casos, estos últimos pasarían por erosionar el liderazgo liberal y establecer un nuevo equilibrio de poder global.

Para conjurar este riesgo, a tenor de la actitud mantenida para la solución de la guerra en Ucrania, la Casa Blanca quiere debilitar ese entendimiento atrayendo al Kremlin hacia la órbita del G7. No falta quien advierta que esta estrategia es sumamente arriesgada y nada garantiza que, hechas las concesiones, Rusia se desentienda del vínculo con China. Por el contrario, podría hacerlo más fuerte, incluso, a la vista del relativo bajo coste para Moscú de su guerra en Ucrania, alentando a China a emular a Rusia en su diferendo con Taiwán.

Sea como fuere, en la definición de un hipotético nuevo orden pos occidental, la relación ruso-china se acredita como un componente vital. Si nos referimos a los integrantes de los BRICS y sus aledaños, nada es equiparable en la relación entre los demás miembros.

La convicción de que es posible debilitar esa relación se sustenta en la abrupta trayectoria histórica pero también en discrepancias de fondo que si bien hoy están bajo sordina tienen el potencial para frenar esa convergencia de intereses. Cuanto más nos acerquemos a esa nueva realidad pos occidental, más complejo será concretar soluciones, mecanismos o instrumentos que satisfagan las ambiciones de ambas partes.

Factores de encuentro

En lo conceptual, China y Rusia comparten una similar visión de contestación de la hegemonía occidental (especialmente de EE.UU.). Ambos socios abanderan la creación de una red de acrónimos alternativos, desde los BRICS a la Organización de Cooperación de Shanghái, que deben ser el fermento de ese mundo multipolar llamado a plasmar una propuesta superadora del orden internacional vigente. Paradójicamente, a la vez, defienden un sistema global nucleado en torno al papel de Naciones Unidas como elemento central y máxima expresión de un multilateralismo genuino.

En lo estrictamente material, la cooperación energética constituye un aditivo sustancial de la relación bilateral. Rusia es un gran exportador de gas y petróleo. Y China necesita asegurar su suministro energético para mantener su crecimiento económico. Ambos firmaron acuerdos importantes, como el gasoducto “Fuerza de Siberia”, y están desarrollando otros proyectos energéticos conjuntos.

Los intereses económicos y comerciales refuerzan esa complementariedad. El comercio bilateral ha crecido significativamente. China es el principal socio comercial de Rusia, especialmente tras las sanciones occidentales impuestas a Moscú desde 2014 (y reforzadas en 2022). Rusia ve en China una alternativa económica vital.

En materia de relaciones militares y cooperación en seguridad, si bien no puede decirse que sean aliados militares formales, han realizado ejercicios conjuntos terrestres, navales y aéreos, cada vez con más frecuencia. También intercambian información de inteligencia y comparten preocupaciones sobre amenazas comunes, como el terrorismo y la inestabilidad en Asia Central.

En el plano científico y tecnológico, la cooperación en inteligencia artificial, telecomunicaciones (como el uso de Huawei en Rusia), tecnología espacial y otras áreas científicas es creciente, especialmente con las restricciones occidentales a ambos países.

Por último, ambas partes sustentan una visión compartida sobre la soberanía nacional. En efecto, ambos gobiernos promueven una interpretación estricta de este principio, rechazando la intervención extranjera en asuntos internos. Esto refuerza su apoyo mutuo ante críticas occidentales por temas de derechos humanos o democracia.

Factores de desencuentro

Aunque China y Rusia se han acercado bastante en la última década, no son aliados naturales ni su entendimiento discurre sin fricciones. Hay temas importantes que los separan o generan desconfianza mutua.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta la asimetría de poder. De una parte, China es una superpotencia económica y tecnológica en ascenso. A su vez, Rusia, si bien puede considerarse una potencia militar, su economía es mucho más débil y dependiente de materias primas. Esta asimetría genera tensiones, ya que Moscú teme convertirse en el “socio menor” de Beijing. A Rusia le preocupa que su independencia estratégica se vea erosionada.

En segundo lugar, en el orden geopolítico, la pugna por la influencia en Asia Central les mantiene recíprocamente vigilantes. Ambos compiten (cierto que de forma sutil) por preservar y/o aumentar la proyección e influencia en los países exsoviéticos de Asia Central (Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán…). Se diría que Rusia parte con ventaja al disponer de importantes lazos históricos, militares y lingüísticos. Sin embargo, China ha penetrado fuertemente con inversiones e infraestructura, a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, siglas en inglés). Esta región es estratégica para ambos y un potencial foco de rivalidad.

En tercer lugar, no debieran infravalorarse tampoco las diferencias ideológicas y culturales.  Rusia, aunque autoritaria, muestra un nacionalismo cristiano ortodoxo y una identidad euroasiática. China, por su parte, sigue siendo un Estado comunista de partido único, con un enfoque más pragmático, centralizado y culturalmente distinto. Hoy día, no comparten una ideología común como durante la Guerra Fría (y de hecho, fueron rivales en el orbe comunista en los años 60 y 70).

La desconfianza histórica es otro factor de peso pues la relación sino-rusa tiene un pasado conflictivo y no tan lejano. Baste recordar la guerra fronteriza de 1969 (en la isla Zhenbao) o las intervenciones opuestas en guerras civiles de terceros países, muy especialmente en el continente africano. Por tanto, aunque hoy son socios estratégicos, la historia pesa y en ambos invita a  mantener cierta cautela.

Rusia también teme la expansión económica china en su Siberia. En las regiones rusas del Lejano Oriente (muy despobladas), hay creciente presencia de empresas e inmigrantes chinos. Algunos en Rusia temen una "colonización económica" china de esos territorios.

Un dato cualitativo importante es que ambos países no han suscrito una alianza militar formal. A pesar de la cooperación, no hay un tratado similar a la OTAN entre ambos. En caso de un conflicto grande, como una guerra con EE.UU., no está ni mucho menos garantizado que se apoyen militarmente. Conceptualmente, China siempre ha renegado de este tipo de alianzas.

En resumen, aunque tienen muchos motivos para cooperar, su relación es más pragmática que guiada por una comunión ideológica. Lo que los une es más una coincidencia de intereses actuales que una confianza profunda o una visión compartida del mundo a largo plazo.

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