Política monetaria del BCE: dos caras de una misma moneda
Artículos, 21 de junio de 2016
La política ultra-expansiva del BCE y de su presidente Draghi de reactivar la economía de la eurozona y facilitar el cumplimiento de su objetivo de estabilidad de precios, que sitúa su meta en el 2%, está suponiendo un fuerte impulso al consumo de las familias, pero coloca a la banca europea como la gran damnificada, que se las ve y se las desea para conseguir unos mínimos niveles de rentabilidad, lo que ya ha empezado a cobrarse sus primeras víctimas entre las propias entidades financieras y entre los ahorradores, lo que ha sido suficiente motivo para que el presidente del BCE y el ministro de Finanzas de Alemania, Schäuble, hayan intercambiado duras criticas.
Hasta qué punto no será consciente Draghi del daño causado, que el banquero central de la Eurozona subrayaba recientemente que la institución “no se ha quedado sin munición”, sino que considera que el énfasis debe trasladarse desde instrumentos de tipos de interés hacia otras herramientas “no convencionales”.
La bajada de los tipos de interés reduce los costes de financiación, pero también afecta a los rendimientos de los ahorradores. El BCE muestra, en su último boletín económico, cómo los ingresos por intereses de los hogares de la Eurozona se han reducido el equivalente a 3,2 puntos porcentuales (pp) de su renta disponible. No obstante, los pagos por intereses han disminuido 3 pp, por lo que el impacto neto ha sido muy pequeño.
Así, el tono actual de la política monetaria propicia una transferencia de renta de los ahorradores a los deudores, que tiene un impacto positivo en el consumo, debido por un lado, a la mayor propensión al consumo de los segundos y, por otro, por premiar el consumo presente ante el consumo futuro. Además, los tipos de interés bajos afectan positivamente a los precios de otros activos financieros y reales, lo que tiene un efecto riqueza positivo.
De las principales economías de la zona euro, España ha sido, de largo, la más beneficiada, debido al elevado endeudamiento de las familias en hipotecas a tipo variable. Esto ha repercutido positivamente en el consumo que en el primer trimestre del año crecía a ritmos del 3,7% y en la morosidad, que en abril continuó reduciéndose hasta niveles del 9,9%.