Test de los chips

El test de los chips

Análisis, 28 de mayo de 2021

La escasez de chips ha expuesto las vulnerabilidades de la cadena global de suministros y desestabilizado algunos sectores industriales, obligando a algunas plantas a moderar o incluso cesar su actividad, especialmente en la rama del automóvil.

Hay razones coyunturales que explican tal estado de cosas. Unas claramente relacionadas con la pandemia y sus efectos (como el consumo disparado de productos electrónicos) pero también deficiencias en la previsión, cambios en la demanda y, por supuesto, una ubicación de la industria que ha obligado a todo el mundo a mirar hacia Taiwán o Corea del Sur. Un grupo de especialistas convocados por el Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía aplicada ha analizado esta cuestión para identificar las claves de este fenómeno y su influencia en la economía mundial

Todos ellos señalan que cabría hacer mención de los daños colaterales de la guerra comercial iniciada en su día por el ex presidente Donald Trump que disparó acaparamientos varios para hacer frente a las restricciones futuras, además de impedir la obtención de equipos que en otras circunstancias podrían ayudar a incrementar la producción (fue el caso de la china SMIC, Semiconductor Manufacturing Internacional Co.).

En cuanto a las causas estructurales, una de ellas, sin duda relevante, es que la producción está muy concentrada en Asia oriental. Solo Taipéi y Seúl representan más del 80%o de la producción mundial de chips para procesadores y el 70% de la producción de chips de memoria. Y, a priori, no parece que esto tenga fácil remedio a corto plazo. Por el contrario, todo apunta a una expansión del tejido industrial existente y, en consecuencia, del liderazgo regional en este sector.

Pero pudiera no ser para siempre, precisan los analistas del Instituto Coordenadas. Estados Unidos y la Unión Europea, a la vista de la crisis y sus impactos, se han planteado la adopción de estrategias complementarias. Si bien las grandes empresas asiáticas, empezando por la todopoderosa TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), no se niegan a invertir en proyectos en Europa o EEUU, tal como se le reclama, esto requiere tiempo. De hecho, TSMC tiene en curso planes de inversión (12.000 millones de dólares) en Arizona que podrían experimentar aumentos en los próximos años. EEUU estableció un diálogo directo con Taiwán sobre la cadena de suministro que incluye a líderes empresariales de ambos países para encarrilar la cooperación en esta materia y en la agenda se incluye el propósito de reequilibrar la relación.

Por su parte, la UE ha ofrecido subvenciones a los fabricantes para que construyan nuevas plantas en Europa. TSMC pondera una nueva fábrica que sería considerablemente más grande que la planta de GlobalFoundries en Dresde, que es actualmente la mayor del continente. Pero Europa representa sólo el 6% de los clientes de TSMC, lo que la convierte en una opción poco deseable para una base de fabricación. Este tipo de megafábricas cuestan entre 10.000 y 20.000 millones de dólares. Factores como los costes y la escala del mercado europeo dificultan la construcción de una fábrica de ese porte, aunque no así un centro de I+D para chips de automoción, que podría ser una posibilidad más verosímil. Se aventura un tira y afloja de resultado incierto.

Los analistas del Instituto Coordenadas señalan que China, por su parte, ha gastado decenas de miles de millones de dólares estadounidenses en los últimos 20 años para ayudar a nutrir a sus empresas nacionales, pero su proceso de fabricación de semiconductores va al menos cinco años por detrás del de TSMC, y su diseño de circuitos integrados lógicos también va uno o dos años por detrás del de Estados Unidos y Taiwán.

Todas estas iniciativas debieran servir para hacer más resistentes las cadenas de suministro y relativizar impactos en situaciones de  crisis  en un contexto en que se prevé la irrupción de nuevos factores de estímulo como la expansión de las redes 5G, nuevos teléfonos inteligentes, tarjetas gráficas relacionadas con las criptomonedas, etc. La demanda seguirá al alza por bastantes años ya que cada vez más y más productos van a incorporar un chip.

Por tanto, por el momento, concluyen los especialistas convocados por el Instituto Coordenadas, si bien habrá que conformarse con que la industria trate de aumentar la capacidad de fabricación -y de hecho existen planes ya para la expansión de plantas como la existente en Nanjing, China, y otras-, a medio plazo cabe imaginar reajustes en cuanto a las ubicaciones de fabricación. Que los productores multipliquen sus esfuerzos para calmar el ánimo de sus clientes no impedirá que aquella otra tendencia se acentúe. Estados Unidos tiene previsto invertir 50.000 millones de dólares en investigación y fabricación de semiconductores, mientras que la Unión Europea se ha fijado el objetivo de producir el 20% de los chips del mundo para 2030. Aunque no de frutos de un día para otro, estas decisiones marcan rumbos irreversibles.

No será un proceso indoloro. Conscientes de su posición de fortaleza en el orden industrial global, estos países ya reclaman a sus gobiernos inversiones potentes y efectivas para mantener sus ventajas competitivas. Para Taiwán, además, tiene un alto valor político por lo que denominan el “Escudo de Silicio”, es decir, el hecho de que si todo el mundo necesita de su industria de alta tecnología, todos harán lo imposible por evitar que una guerra se produzca en la región, un temor que preocupa a la vista del deterioro de las relaciones a través del Estrecho.

Los movimientos de ciertos actores relevantes y la propia demanda de los nuevos sectores en auge sugieren que la industria de los chips experimentará en los años venideros un doble proceso de expansión y de relocalización que reflejará los imponderables ajustes que también experimenta el sistema internacional en otros ámbitos.

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