La soberanía digital es un concepto cada vez más presente en los medios de comunicación que tropieza, sin embargo, con un alto nivel de desconocimiento en cuanto a su contenido e implicaciones de alcance. En esencia, la soberanía digital es la extensión del concepto clásico de soberanía (el poder de un Estado para autogobernarse sin interferencias externas) al ámbito digital y de los datos. Invoca, por tanto, la capacidad de un país, una organización o incluso un individuo para tener control y autonomía sobre sus datos, su infraestructura tecnológica, sus procesos digitales y el ecosistema digital en el que se desenvuelve.
Habría que destacar, al menos, tres niveles significativos de manifestación.
En primer lugar, la soberanía digital nacional (o estatal). Esta es la perspectiva más común en los enfoques al uso. En este sentido, podríamos decir que un Estado es digitalmente soberano cuando controla sus datos críticos, es decir, si mantiene a su directo alcance la información sensible de sus ciudadanos, infraestructuras críticas (energía, agua, transporte) y secretos de Estado almacenados y procesados dentro de sus fronteras o en jurisdicciones de confianza, sujetas a sus leyes.
En igual medida, resulta determinante el poseer la infraestructura tecnológica estratégica, es decir, disponer de autonomía en componentes clave como redes de comunicación (5G/6G), centros de datos, y el desarrollo de software crítico (p. ej., sistemas operativos). El objetivo es reducir la dependencia de tecnologías extranjeras que puedan suponer un riesgo para la seguridad nacional.
El desarrollo de un marco legal y regulatorio explicita igualmente una voluntad efectiva de ejercer el control a través de la creación de normas propias sobre protección de datos, ciberseguridad, impuestos digitales e inteligencia artificial, sin estar supeditado a las normas de otros países o grandes corporaciones.
Por último, cabría mencionar el fomento de un ecosistema digital autónomo, propio, fundamentado sólidamente en el apoyo a la creación de empresas tecnológicas locales, un mercado digital interno fuerte y el desarrollo de talento nativo.
En la Unión Europea, el GDPR (Reglamento General de Protección de Datos) es un claro ejercicio de soberanía digital, aunque para muchos insuficiente. Resulta transcendental porque establece las reglas del juego para cualquier empresa que quiera operar con datos de ciudadanos europeos, independientemente de donde esté basada la empresa.
La soberanía digital empresarial e individual
La soberanía digital corporativa es una exigencia insoslayable para aquellas empresas que ansían proteger su negocio y ser competitivas. Esto afecta, fundamentalmente, a tres variables. En primer lugar, la independencia de proveedores, es decir, evitar el "vendor lock-in" (quedar atrapado con un solo proveedor, como Amazon AWS, Microsoft Azure o Google Cloud). Para completar este propósito, muchas empresas optan por estrategias "multi-cloud" o nubes híbridas. En segundo lugar, la protección de la propiedad intelectual y los datos de clientes, garantizando que los secretos comerciales, algoritmos y datos sensibles no sean accesibles para competidores o gobiernos extranjeros a través de sus proveedores de servicios en la nube. Por último, el cumplimiento normativo, asegurándose de que el manejo de datos cumple con las regulaciones de los países en los que operan (como el GDPR en Europa o la similar CCPA en California).
A nivel individual, la soberanía digital importa cada vez más. Hay una toma de conciencia creciente sobre el ejercicio del derecho y la capacidad de cada persona para controlar su identidad y sus datos personales en línea. Conceptos en boga como la "identidad digital soberana" permiten a un individuo poseer y gestionar su identidad sin depender de intermediarios (como redes sociales o el gobierno). El decidir qué datos se comparten, con quién y con qué fin, eso que llamamos control sobre la huella digital, o la preservación de la privacidad como derecho a poder comunicarse y navegar sin una vigilancia masiva o indiscriminada, constituyen preocupaciones de segmentos importantes de una ciudadanía comprometida con la defensa de un ideario liberal y democrático.
Tendencias
Es indudable que, en los últimos tiempos, el debate sobre la soberanía digital ha cobrado fuerza y todo indica que se intensificará en los próximos años por varias circunstancias.
Lo primero a destacar es la preocupación por la hegemonía tecnológica. El dominio de unas pocas grandes empresas tecnológicas (GAFAM: Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft; y BATX: Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi) y países (principalmente EE. UU. y China) sobre la infraestructura global es un proceso dinámico en el que nada está definitivamente escrito.
En segundo lugar, la economía de los datos. Los datos son el "nuevo petróleo", se puede leer a menudo. Quien controle los datos, tiene una ventaja económica, política y estratégica enorme.
Tercero, los problemas relacionados con la ciberseguridad y el espionaje están al orden del día. Revelaciones como las de Edward Snowden mostraron cómo los gobiernos pueden acceder a datos almacenados en servidores de otros países. Esto es solo la punta del iceberg.
Por último, la polarización global. La tensión entre bloques (Occidente vs. China/Rusia) ha acelerado la búsqueda de autonomía tecnológica para no depender de un adversario en tiempos de crisis.
Expectativas
La soberanía digital es la búsqueda de autonomía y control en el mundo digital. Es un campo de batalla donde se enfrentan intereses nacionales, corporativos e individuales, y que definirá el futuro de la economía, la seguridad y los derechos fundamentales en las próximas décadas.
El desenlace de las controversias que rodean el concepto y su gestión presenta también importantes riesgos y desafíos. De entrada, algunos gobiernos pueden usar la "soberanía digital" como justificación para aumentar la censura, la vigilancia interna y el control sobre sus ciudadanos (lo que se conoce como "autoritarismo digital").
A nivel global, puede desembocar en un "internet fragmentado" o en la "balcanización de la red", donde cada país o región tiene su propio internet con reglas diferentes, rompiendo la naturaleza global y abierta de la web. Esta dinámica, que cuenta con influyentes adeptos, conllevaría desarrollar adicionalmente infraestructura y tecnología propia que, en lo inmediato, puede resultar extremadamente caro y menos eficiente que usar soluciones globales ya consolidadas.
El influir de forma efectiva en el modelo de soberanía digital que finalmente se imponga va a demandar la habilitación de importantes recursos a los actores geopolíticos interesados en dicha pugna. ¿Estamos preparados para esa carrera?
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.
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