Salvo raras excepciones, los africanos nunca figuran entre los científicos galardonados con el Premio Nobel. Han nacido 25 premios Nobel en África. De ellos, 10 han sido de Sudáfrica y otros seis nacieron en Egipto. Los otros países que han obtenido un premio Nobel son Argelia, Ghana, Kenia, Liberia, Madagascar, Marruecos y Nigeria. Ahora, a ellos habrá que sumar al tanzano Abdulrazak Gurnah, el séptimo escritor africano que entra en el palmarés del premio Nobel de Literatura: Wole Soyinka, Naguib Mahfouz, W.M. Coetzee, Nadine Gordimer, además del francés Albert Camus y la inglesa Doris Lessing (nacido y criada en Argelia y Zimbabue, respectivamente), le antecedieron. Esta circunstancia ha llamado la atención del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada que ha celebrado un debate entre especialistas multidiciplinales para profundizar en sus causas.

Establecido en 1901 para celebrar y honrar a individuos y organizaciones sobresalientes por sus logros académicos y en el ámbito de la paz, el Premio Nobel es sin duda uno de los premios más prestigiosos y respetables otorgados a una persona u organización. Entre las más de 800 personas que han sido honradas hasta la fecha, destacados africanos también han logrado el reconocimiento. Pero el 80 por ciento del total han sido europeos o estadounidenses. Si atendemos al perfil de género, entre los galardonados africanos, más del 10 por ciento fueron mujeres, un porcentaje que en el total global ronda un limitado 3 por ciento.

Los analistas del Instituto Coordenadas señalan que no pocos africanos agasajados, sin embargo, si bien han nacido en dicho continente, su premio le fue otorgado cuando ya lo habían abandonado, residiendo por tiempo dilatado en países de Europa o de los EEUU, recalando en sus instituciones y universidades donde disponen de condiciones idóneas para desarrollar sus carreras e investigaciones. Aunque también se da el caso contrario, como ocurre con el propio Abdulrazak Gurnah, quien, según el mismo reconoció, tuvo que volver a su país para escribir. La excepción no deja de ser anecdótica. No es lo común.

Los intelectuales con carreras de investigación prometedoras con frecuencia terminan viviendo y trabajando en instituciones de investigación mejor financiadas fuera de las costas de África. Se trata en gran medida de una cuestión de economía y del poder de la reputación de las instituciones. Es difícil competir con nombres como Harvard o Cambridge, o con las facilidades y el estímulo intelectual que pueden ofrecer instituciones como estas.

La primera persona de África en ganar un Premio Nobel fue Max Theiler, un sudafricano que ganó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1951. Seis años después, el pensador y escritor Albert Camus ganó el Premio Nobel de Literatura. Camus era francés y mucha gente cree que nació en Francia, pero de hecho nació, se crió y se educó en la Argelia francesa.

Sin embargo, tanto Theiler como Camus habían emigrado fuera de África en el momento de sus premios, lo que convirtió a Albert Lutuli en la primera persona en recibir un Premio Nobel por un trabajo realizado en África. En ese momento, Lutuli (quien nació en Rhodesia del Sur, que ahora es Zimbabue) era el presidente del Congreso Nacional Africano en Sudáfrica y recibió el Premio Nobel de la Paz de 1960 por su papel al frente de la campaña de no violencia contra el apartheid.

La “fuga de cerebros” es un tópico al referirnos a la situación del conocimiento en el continente africano, circunstancia que agrava sus déficits naturales, resultado en buena medida de su condición periférica en el orden global.

Pese a todo, coinciden los expertos del Instituto Coordenadas, en África, como en otros espacios alejados del mundo más desarrollado, sobresalen no pocas inteligencias destacadas. Cerebros hay de sobra. Otra cosa es que se deba invertir más en educación y conocimiento, cuestión que todos reconocen, para disponer de las condiciones idóneas que permitan desarrollar investigaciones de alcance. Eso requiere tiempo y dinero.

El abismo entre unos y otros podría explicarse por el hecho de que durante buena parte del siglo XX todos estos países fueron colonizados, salvo raras excepciones, y que las metrópolis (Inglaterra, Francia, España...) tenían otros objetivos que crear excelencia entre los nativos. ¿Cuántos graduados había en el momento de la independencia? Ciertamente, muy pocos. Pero, ¿cuántas décadas llevan descolonizados? ¿Cuatro, cinco? ¿Medio siglo? Los efectos de la colonización están desapareciendo. Habrá que buscar otras excusas.

Es sorprendente que los diminutos Países Bajos hayan ganado el Premio Nobel de Física nada menos que diez veces (incluidas dos de las tres primeras con Zeeman y Lorentz), el de Química cuatro veces (incluida la primera en 1901 con J. H. van't Hoff), y el de Medicina tres veces... y África y el mundo árabe-musulmán casi nada.

Potenciar la investigación es una de las claves a futuro. Y, en paralelo, reducir la influencia de las creencias ante la ciencia. Las inversiones públicas a favor de la educación y el conocimiento, desde las escuelas hasta los laboratorios avanzados, con estímulos para retener el talento, son indispensables para que los países en vías de desarrollo puedan ganar proyección en este ámbito estratégico.

A la perseverancia en las inversiones cabría sumar la voluntad global de instar una mayor cooperación en áreas clave que posibiliten una transformación paulatina de la cadena de valor de la innovación científica. Prestigiar a los académicos, investigadores y estudiosos –en detrimento de los guardianes de la moral o del pensamiento mágico- constituye igualmente un imperativo cívico para abrir paso a una cultura que enaltezca la excelencia de la materia gris.

SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA

Institución de pensamiento e investigación de la interacción entre gobernanza y economía aplicada para avanzar en constructivo y en decisivo sobre el trinomio: bienestar social, progreso económico y sostenibilidad ambiental; en pleno entorno evolutivo sin precedentes desde finales del Siglo XVIII y principios del XIX con la revolución industrial. Fiel a sus principios fundacionales de independencia, apartidismo y pluralidad, el Instituto lidera proactivamente la fusión entre la esencia y la innovación de la liberalización económica, como mejor modelo de afrontar los retos presentes y futuros de país, de Europa y del mundo.

NOTA DE INTERÉS: La información de este comunicado de prensa es un resumen de interés público proveniente de trabajos de análisis e investigación; de grupos y sesiones de trabajo de expertos y/o producción de artículos científicos del Instituto Coordenadas para la Gobernanza y la Economía Aplicada. Los papeles de trabajo y documentos originales y completos son de uso interno y de titularidad exclusiva del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.