La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desempeña un papel central en la economía mundial como foro internacional de coordinación, análisis y establecimiento de estándares. Aunque no tiene poder coercitivo, su influencia se basa en su autoridad técnica y su capacidad para generar consenso entre gobiernos.
Uno de sus aportes clave es la producción de datos e informes económicos comparables y de alta calidad. Indicadores como el PIB, la presión fiscal, el gasto educativo o la productividad laboral elaborados por la OCDE son herramientas fundamentales para gobiernos, organismos internacionales y analistas económicos.
La OCDE también funciona como espacio de diálogo y coordinación de políticas públicas entre países desarrollados y emergentes. A través de evaluaciones entre pares (peer reviews), ayuda a identificar buenas prácticas y orientar reformas en áreas como educación, fiscalidad, innovación, medio ambiente o gobernanza.
Otro aspecto esencial es su rol en la creación de normas y estándares internacionales. La OCDE ha liderado iniciativas como las directrices sobre precios de transferencia, las recomendaciones sobre responsabilidad empresarial o el plan BEPS para combatir la evasión fiscal de las multinacionales. También ha sido clave en el acuerdo global sobre un impuesto mínimo a grandes corporaciones.
Originalmente, la OCDE se fundó como la Organización para la Cooperación Económica Europea, lanzada como parte del Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial. Con la posterior incorporación de Estados Unidos y Canadá, se transformó en la OCDE en 1961. Japón se unió en 1964, convirtiéndose en el primer país asiático en ser miembro.
Aunque nació como una organización de países ricos, su alcance se ha ampliado con la incorporación de miembros de América Latina y Europa del Este, y mantiene cooperación activa con economías emergentes como China, India o Brasil.
Por tanto, la OCDE es un actor estratégico para la gobernanza económica global. Su capacidad de generar conocimiento, promover el diálogo internacional y establecer estándares la convierte en una institución clave para enfrentar desafíos económicos globales con soluciones cooperativas y basadas en evidencia.
¿China, mejor fuera o mejor dentro?
China, la segunda economía del mundo, no es miembro de la OCDE, pero mantiene una relación estrecha como “socio clave” desde 2007, junto con otras grandes economías emergentes como India, Brasil o Sudáfrica. Aunque no ha asumido los compromisos institucionales requeridos para la membresía plena, la cooperación entre ambas partes se ha profundizado significativamente en las últimas dos décadas.
La OCDE y China mantienen un diálogo técnico continuo en áreas como fiscalidad, inversión extranjera, medio ambiente, regulación financiera, educación y gobernanza corporativa. China participa activamente en iniciativas internacionales lideradas por la OCDE, como el plan BEPS contra la evasión fiscal y el Foro Global sobre Transparencia Fiscal.
Además, Beijing ha colaborado con la OCDE para armonizar parte de sus estadísticas y marcos regulatorios con los estándares internacionales, lo que facilita su integración en la economía global. También colabora en estudios económicos que analizan la evolución de su modelo de desarrollo, sus reformas estructurales y los desafíos de crecimiento sostenible.
Sin embargo, China mantiene cierta distancia política respecto a la OCDE, evitando compromisos que afecten su soberanía económica o su modelo institucional. Por ejemplo, no se somete sistemáticamente a revisiones por pares y es reticente a adoptar normas sobre libertad de capitales o transparencia institucional. En la práctica, China no puede aceptar las condiciones de membresía impuestas por la organización. Entre ellas se encuentran los requisitos relacionados con la democracia y la economía de mercado. Más específicamente, le resulta difícil cumplir con estándares como la proporción de la ayuda oficial al desarrollo respecto al PIB y las cuotas de reservas de petróleo establecidas por la Agencia Internacional de la Energía. Dado que la membresía en la OCDE exige el cumplimiento de numerosos criterios, China se ha mostrado reticente a unirse.
A pesar de esas limitaciones, tanto China como la OCDE consideran su relación como estratégica. Para China, la organización representa una fuente de conocimiento y legitimidad técnica. Para la OCDE, China es un actor indispensable para abordar desafíos globales como el cambio climático, la fiscalidad internacional o la gobernanza económica.
En resumidas cuentas, la relación China-OCDE es intensa y cooperativa, aunque marcada por un enfoque pragmático y no normativo por parte de Beijing.
¿Hacia un espacio de encuentro?
La OCDE ha experimentado recientemente cambios sin precedentes, concretamente un rápido aumento de su membresía. Anteriormente conocida como un club de países desarrollados, se ha expandido significativamente, especialmente tras el fin de la Guerra Fría. Cabe destacar que ahora trabaja activamente para incorporar a "países emergentes" como nuevos miembros. Si bien la expansión de la Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS ha llamado la atención, con muchos países emergentes uniéndose o buscando la membresía, la OCDE también avanza hacia la ampliación.
Los países de Europa del Este y la región del Báltico ya cuentan con una amplia representación, y otros como Corea del Sur, Israel, México, Chile, Colombia y Costa Rica en Asia y América Latina también han avanzado hacia la adhesión. Países como Tailandia e Indonesia en Asia, y Brasil y Argentina en América Latina, son actualmente candidatos a ser miembros, mientras que también existe un creciente debate sobre la posibilidad de que Sudáfrica —presidente del G20 en 2025— se convierta en candidato a la OCDE.
El aumento del número de Estados miembros y países candidatos a la OCDE refleja sin duda la intención de la organización de extender el orden establecido a escala global, buscando una mayor expansión e influencia a nivel mundial. Además, considerando que el PIB combinado de los países miembros de la OCDE se ha reducido a tan solo el 50% del total mundial, cabe inferir que la OCDE espera mantener su influencia mediante la incorporación de nuevos miembros.
Si esta expansión avanza a un ritmo moderado, la OCDE podría convertirse en una plataforma importante para preservar el orden mundial actual, similar al Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio, y podría, en cierta medida, incorporar a China. Sin embargo, si la organización vuelve a enfatizar su identidad como un club de países ricos, podría resultarle difícil mantener su función de puente global.
SOBRE EL INSTITUTO COORDENADAS DE GOBERNANZA Y ECONOMIA APLICADA
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