No hay respiro. La economía del mundo en general y la española en particular, viven tiempos convulsos y la normalidad está muy lejos de convertirse en una constante. China, emergentes, materias primas, debilidad de la recuperación, inflación o tipos de cambio, son problemas comunes en una economía global e interdependiente, a los que hay que unir los problemas domésticos que cada país tiene y que en España están focalizados en un mapa político sobre el que penden muchos interrogantes y un nivel de deuda privada que preocupa y que la crisis de Abengoa ha venido a acentuar.

A los conocidos como mercados no les preocupa la deuda pública o privada, siempre que tengan la seguridad de que será devuelta, y les pone muy nerviosos la posibilidad de que se produzca algún tipo de impago, algo que ya ha ocurrido con la multinacional andaluza en Irlanda y México, proyectando la incertidumbre sobre las casi 200 entidades financieras que cuentan con una exposición conjunta de más de 20.000 millones de euros, inseguridad que se incrementó tras la ruptura del acuerdo con Gonvarri para entrar en el capital de la sociedad andaluza.

Según la CNMV, el grupo consolidado de Abengoa tiene un pasivo de 25.000 millones de euros. De esta cantidad, unos 9.000 millones son deuda bancaria y emisiones de bonos y, según los datos de la agencia Bloomberg, los vencimientos resultan especialmente exigentes a partir del año que viene. En 2016 vencen 500 millones de bonos y más de 420 millones de deuda bancaria.

A la postre, tanto la incertidumbre política como la generada por la deuda de Abengoa, son razones suficientes como para que la bolsa española haya llegado a perder hasta más de un 8% en los que va de año, frente a un beneficio de más de 13% de la equiparable bolsa italiana.

Hoy, cobra especial vigencia la advertencia del FMI, formulada hace unos meses, sobre la debilidad de las empresas españolas, como consecuencia de su alto endeudamiento, lo que las convierte en uno de los eslabones débiles de la recuperación económica, advirtiendo de los riesgos asociados a su vulnerabilidad. Su capacidad para lidiar con shocks externos, según el Fondo, así como un aumento en el coste de financiación o una caída de los beneficios, es limitada y con importantes implicaciones sobre el sector bancario.

Así las cosas, los mercados han activado todo tipo de alertas y las empresas españolas han empezado a experimentar ese nivel de inseguridad, produciéndose casos como el de ACS, que recupera la venta de Urbaser, tras un intento fallido en 2008, con la que se trataría, entre otras cosas, de reducir su actual deuda neta, y que a finales de 2014 superaba los 3.700 millones de euros.

Muchas empresas del Ibex se han puesto manos a la obra de intensificar su normalidad financiera y FCC es otro ejemplo, que aunque no termina por poner en marcha la anunciada y esperada ampliación de capital, que según el último anuncio será de 708 millones de euros y estaría asegurada mayoritariamente por Carlos Slim, sí ha conseguido refinanciar los 800 millones de deuda de su filial Realia con sus principales acreedores, Goldman Sachs, Fortress y Puffin, tras obtener una quita del 9% de la misma.

FCC presentaba una deuda neta de 5.718 millones de euros a septiembre de este año, de los que 3.110 millones se encontraban en la cabecera del grupo. Hoy, negocia una quita del 15% en un tramo de la futura ampliación, porcentaje similar al exigido con motivo de la última ampliación de capital de FCC en noviembre de 2014.

En definitiva, la deuda es una constante entre las principales preocupaciones de las empresas españolas y en ese proceso cabría incorporar a la todopoderosa Telefónica que, ante la posibilidad de encontrarse con problemas serios en la venta de O2 en el Reino Unido, tiene preparado un plan B para reducir su endeudamiento. Telefónica tiene una deuda financiera neta de cerca de 50.000 millones de euros.

Lo mismo se podría decir de otra de las grandes